A MIS HERMANOS Y AMIGOS TODOS Y EN ESPECIAL A NUESTROS SACERDOTES
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Queridos todos:
Hoy, Jueves Santo, siento una especial necesidad de encontrarme con todos, en el Día del Amor Fraterno, Día de la Eucaristía y del Sacerdocio. En especial con Vds. mis Hermanos y Amigos Presbíteros, Sacerdotes nuestros, de todos. Felicidades en esta jornada tan nuestra. El martes último, celebrando singularmente la Misa Crismal en la Capilla del Obispado, bendiciendo los Oleos y consagrando el santo Crisma, sentía una especialísima añoranza de Vds. Sacerdotes. ¡Me resultaba tan extraño estar físicamente solo! Sabía que Vds. estaban de corazón tendiendo la mano hacia las vasijas del Crisma y de los Oleos, y las experimentaba como si las pudiera tocar.
Hoy, Jueves Santo, es día de Eucaristía, es día de dar gracias a Dios de todo corazón porque, en la mayor y más común dificultad, estamos viendo y tocando su presencia y su fuerza. En primer lugar en el Santo Sacrificio del altar, que no dejamos de ofrecer por muchos y por todos. También en la vida de Vds. Sacerdotes, que están configurando una espesa red de contactos con los fieles de sus parroquias, y en especial con los enfermos y los mayores. No pueden llegar a la cercanía y la presencia físicas más que a algunos pocos, pero los fieles en general no se sienten abandonados y solos. También agradecemos, tocamos y vemos la presencia y la fuerza del Señor en la entrega de los profesionales de la salud y los que atienden a los enfermos, que en verdad están entregando sus vidas a los demás con arriesgada generosidad. Y en los voluntarios y profesionales de toda clase, las familias, los vecinos…
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