NAVIDAD, TIEMPO DE DIOS
A la Navidad nos apuntamos todos, tengamos fe o no. Pero el verdadero espíritu de la Navidad es cosa distinta del jaleo navideño. Hay varias formas de traicionar la Navidad y una de ellas es el consumismo. La Navidad va más allá del consumismo y no se vende en los centros comerciales.
El infantilismo y la sensiblería es otro peligro. Es bueno ver la Navidad con ojos de niño, para llenarla de ilusión, alegría y confianza en un mundo mejor. Empequeñecerse es bueno, pero no entontecerse. No podemos quedarnos en las estrellas de colores, los magos o los angelitos.
Tampoco podemos contemplar la Navidad como un acontecimiento del pasado. Solemos decir que para un cristiano todo el tiempo es navidad y es cierto. El espíritu navideño siempre es actual, porque Dios sigue asumiendo continuamente la condición humana.
Pero tal vez la mayor profanación de la Navidad es el egoísmo. No hay, en el diccionario, palabras más opuestas que estas dos. Una nos habla de donación, de entrega, de generosidad y la otra de individualismo y provecho propio. Sin amor no es posible celebrar la Navidad.
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